Comportamiento infantil: cómo es mi hijo o hija dependiendo de su edad.

En nuestro día a día como adultos, vemos un sinfín de comportamientos en los más pequeños que no llegamos a entender e incluso que nos pueden llegar a extrañar o desbordar por no saber cómo responder o de qué marera actuar. Uno de los mantras en la mente de cada padre o madre debería ser: Conocer a mi hijo para comprender mejor su comportamiento. En el artículo de hoy os explicamos la importancia de conocer las características del comportamiento infantil en los tres primeros años de vida.
Entender el comportamiento de tu hijo o hija implica conocer los aspectos principales de cada etapa de su desarrollo, sus necesidades y cómo podemos responder ante ellas adecuadamente. Cuando en psicología hablamos de comportamiento infantil, lo entendemos como las características que responden a patrones generales de desarrollo evolutivo que pueden aparecer antes o después y dentro de unos márgenes temporales determinados. Como adultos es vital estar atentos a retrasos, que podrían estar indicando algún tipo de déficit sensorial o físico que provoque problemas madurativos, con el fin de consultar con especialistas lo antes posible.
El bebé de 0 a 12 meses
Nuestro bebé duerme casi todo el tiempo y se despierta y llora si siente hambre o se siente incómodo. Le tranquiliza oír nuestra voz y sentirse arropado estando cerca para protegerle. Necesita que se le hable y se le acaricie, responderá al contacto con sonrisas y sonidos. En la etapa cercana a los 5 meses son capaces de sostener bien la cabeza si se les mantiene sentados. A partir de los 7 meses comienzan a balbucear con sonidos guturales: “gagaga, tata, dada”. Es normal que surja irritabilidad y dificultad para dormir cuando aparecen los primeros dientes. Debemos estar atentos en este periodo que durará varios meses. Asimismo, empiezan a explorar los objetos, manejarlos y cambiarlos de mano e incluso si algo no les agrada, como puede ser la comida, cerrarán la boca y no querrán comer más. Con 8 meses les divierte tirar objetos para ver cómo caen y oír el ruido que hacen.  Además, puede aparecer llanto si se les deja con extraños. Con 10 meses, empiezan a ponerse en pie sujetándose y si se les esconden juguetes u objetos, sabrán localizarlos y agarrarlos. Con 11 meses, si se le dice “no” puede que se sorprendan, pero si alargamos la mano diciéndoles “dame”, se acercarán. Nos reconocen como papá y mamá.

El niño y la niña de 12 a 36 meses
Desde el primer año ya entiende muchas de las cosas que se le dicen. Si ya camina, le entusiasmará recorrer la casa y abrir cajones para ver qué hay dentro. Puede agarrar la cuchara y comer solo, aunque se manche o ensucie mucho. Y repetirá incansablemente juegos sencillos, como lanzar objetos y que el adulto los recoja. Con 18 meses ya camina y usa las manos perfectamente para agarrar y soltar objetos. A los 24 meses le gusta corretear a su aire. Llega el momento de explorar el entorno que le rodea de manera más autónoma y se convierte en ese “pequeño científico” que necesita tocar y probar todo lo que le llama la atención. En esta etapa ya podemos empezar a enseñarles el control de esfínteres y que pidan ir al baño cuando tengan ganas. Pasados los 24 meses en adelante, pueden aparecer resistencias, en ocasiones, a ser besados o que se les cojan en brazos. No es su intención incomodar o ser maleducados, todo lo contrario, querer decidir sobre su propio cuerpo, es parte de esa recién adquirida autonomía. Puede que muestren rasgos de timidez ante los extraños porque empiezan a entender las relaciones sociales, quiénes son familiares y conocidos, y quiénes no. Puede que si tu pequeño se siente frustrado o no entiende por qué no puede hacer ciertas cosas, tenga pataletas o rabietas (las limitaciones con el lenguaje no le permiten explicar lo que le pasa). Puede mostrar celos y enfado hacia otros niños en caso de que quieran quitarle sus cosas o la atención de padres o cuidadores. Aún no hay control sobre las emociones y son inseguros.

¿Cómo debemos responder adecuadamente a sus necesidades?
Debido a la dependencia del bebé total, se desarrolla el vínculo afectivo con la persona que ofrece los cuidados. Su equilibrio y bienestar emocional y físico y el adecuado desarrollo de sus capacidades cognitivas (memoria, atención, razonamiento y lenguaje) dependerán en buena medida de la respuesta protectora que demos los adultos. Si el bebé no recibe continuamente afecto y cuidados es probable que sufra ansiedad o miedo y desarrollará un fuerte sentimiento de desconfianza hacia su figura de apego, como hablábamos en post anteriores. Hasta que adquiere el lenguaje, el bebé se comunica con movimientos y expresiones. Al no disponer de herramientas de comunicación verbales durante sus primeros años de vida necesita que sus padres sean muy observadores y atiendan sus demandas lo antes posible. Esto se consigue mediante un contacto cercano y continuo.
Es muy positivo que interactúes con él cuando empiece a gorjear (hacer ruidos con la garganta); de esta manera estimulas el desarrollo de su lenguaje. Es importante la estimulación con las texturas y sabores a la hora de comer. A veces puede llorar sin razón aparente después de haberle alimentado o cambiado los pañales. Es importante no ignorar su llamada de atención, intentar tranquilizarle y averiguar qué le pasa, ya que no puede usar la palabra. Existen formas de calmarle cuando está irritable como mecerlo suavemente ponerle música suave, darle masajes o susurrarle palabras tranquilizadoras. Un aspecto imprescindible en el cuidado del bebé es establecer y mantener rutinas o hábitos estables de sueño, alimentación e higiene. Además, un entorno previsible y estructurado con pautas fijas aporta sensación de seguridad y plenitud al bebé y favorece su desarrollo.
Es vital para su desarrollo permitirle explorar, en un entorno seguro, ya que no conoce los peligros que puede correr si cruza solo la calle, si juega con objetos punzantes o tóxicos, y tiende a meterse las cosas en la boca. Es importante estimular su lenguaje: hablarle, contarle cuentos, tener paciencia cuando trate de expresarse. Debes ayudarle a manejar su frustración. En esta etapa los padres están muy preocupados por protegerles de peligros y el niño o la niña pueden sentirse frustrados porque diariamente oyen muchas veces la palabra “no”. Cabe la posibilidad de que sea difícil que deje de hacer ciertas cosas porque se mostrará obstinado y tendrá rabietas.
Y para terminar, será necesario armarse de paciencia, esa cualidad tan necesaria pero que nos cuesta tanto elaborar. Normalizar nuestras emociones y ayudar a verbalizar lo que sienten e incluso contarles cómo nos sentimos nosotros usando la inteligencia emocional, marcará una diferencia significativa.

Bibliografía:

  • González, R. R. (2012). ¿Quién te quiere a ti? Guía para padres y madres: Cómo educar en positivo.

Autora: Belén Aglio, Psicóloga.