El 11 de marzo de 2020 la OMS categorizó a la COVID-19 como pandemia internacional, una situación que ha puesto a prueba a toda la población mundial. Ante ella, buena parte de los gobiernos y estados aplicaron medidas de emergencia y/o confinamiento. En nuestro país, el gobierno español decretó el estado de alarma para gestionar la situación el 14 de marzo. El Real Decreto 463/2020 incluía severas medidas de confinamiento, cuarentena y aislamiento social. En el artículo de hoy reflexionamos sobre cómo ha afectado la pandemia a nuestra salud mental.
Tiempos convulsos
Ha pasado un año, pero seguimos viviendo tiempos convulsos. Tiempos que afectan a nuestra forma de vivir, rutinas, quehaceres cotidianos y por tanto a nuestras emociones, sentimientos y en definitiva, aquello que somos. La pandemia irrumpió para ponerlo todo patas arriba, parando relojes, trabajos y abrazos. Esos días leía que Albert Espinosa, escritor y guionista español, explicaba que algunas gripes eran como los «intermezzo» en el teatro, que nos obligaba a quedarnos sentados hibernando hasta que la obra volviese a comenzar, como si el universo quisiera mandarnos algún mensaje, pero ¿qué mensaje nos ha dejado?
Características observadas
Los expertos en la materia, destacan que, al combinarse los componentes biopsicosociales por la propia epidemia con los componentes psicosociales del confinamiento o aislamiento social, se han mostrado una serie de consecuencias:
- Una grave pandemia social, no solo biológica. La conjunción de pandemia y confinamiento ha supuesto potentes cambios a nivel psicológico (emociones, pensamientos, valores), grupal (relaciones interpersonales), social (organización social) y también global.
- Ha sacado a la luz otros «virus», distorsiones, disfunciones, inequidades e injusticias negadas, sumergidas y marginadas de nuestro mundo como la peligrosidad de las políticas sanitarias y sociales negadoras de la importancia de los servicios públicos y de la atención primaria de salud.
- Ha revelado la importancia de las interacciones humanas en nuestras sociedades tanto el contagio biológico y el contagio emocional (la difusión emocional masiva y la difusión de manipulaciones, temores y noticias falsas).
- Impacto de clase que afecta mucho más a las poblaciones con escasos recursos económicos o marginadas social o emocionalmente: ancianos institucionalizados y grupos marginales. Todo ello ha planteado el grave dilema ético, político y también sanitario de dónde invertir los esfuerzos socio-económicos y hasta qué punto cuidar o descuidar a ese grupo social de «sumergidos», de «cuasi-invisibles».
- El confinamiento ha obligado a las personas a quedarse en el domicilio, un fenómeno prácticamente inédito en la vida de la mayoría de la población, presenta dificultades específicas y poco estudiadas, que añaden nuevas incertidumbres a la incertidumbre de esta pandemia: Especialmente, a determinados grupos de la población: niños, ancianos, personas institucionalizadas (residencias de ancianos, pisos asistidos, cárceles…), personas con trastornos mentales, mujeres amenazadas por situaciones previas de violencia de género, situaciones de violencia familiar y de maltrato infantil, personas en pobreza extrema, inmigrantes recientes, indocumentados o no, personas sin vivienda o con vivienda sin las condiciones necesarias, personas que viven solas, personas sin techo, etc.
Miedo no es lo mismo que ansiedad
En esos primeros días, la ciudadanía fluctuaba entre la negligencia absoluta y la psicosis por la sombra de la pandemia, aún no entendíamos y nos invadía el miedo. Nos adentrábamos en una etapa plagada de incertidumbre que aún hoy continúa para muchos. Se puso en marcha una difusión emocional masiva y empezamos a hablar de todas nuestras emociones, en concreto del miedo.
Miedo y ansiedad suelen aparecer como conceptos relacionados, pero debemos esforzarnos en discriminar cada uno de ellos, si lo hacemos podremos activar nuestras estrategias de afrontamiento. Por un lado, el miedo surge antes circunstancias o situaciones reales que ponen en peligro tanto nuestra integridad física como mental. En el ejemplo de los focos confirmados de coronavirus era razonable sentir miedo, además, sin conocer cómo funcionaba el virus sus vías de contagio y transmisión, era lógico pensar en infectarse.
Por el contrario, la ansiedad viene provocada por nuestra imaginación y se manifiesta en nuestra mente con los pensamientos “y si”, son constantes preguntas que nos hacemos y que nos sitúan en alarma ante situaciones o relaciones que realmente no implican el peligro o la gravedad que les estamos asignando en nuestra imaginación. En este sentido, por ejemplo, vimos cómo muchas personas dejaron de comprar en bazares o restaurantes chinos. Fuimos viendo que se empezaba a generar un caldo de cultivo perfecto para para que la angustia y el pánico dominaran nuestras vidas.
Recomendaciones y estrategias
Es por ello que los psicólogos desde el inicio han planteado la vital importancia de poner las emociones en primer plano. La necesidad de hablar, la necesidad de expresar las emociones y contar con un espacio para hacerlo, para todos, pero, sobre todo, para la población vulnerable. De lo contrario, aparecerán somatizaciones, síntomas que se desplazan al cuerpo, ya que el cuerpo es el portavoz de todo lo que no se puede decir.
Es recomendable hablar, y empezar a poner nombre a los miedos que vamos sintiendo cuando recibimos información, ya sea miedo a la enfermedad, miedo a la muerte o a la pérdida de nuestros seres queridos o miedo a la incertidumbre y la pérdida de control, etc. Todos ellos nos alertan de nuestra propia fragilidad y vulnerabilidad, porque la vida es finita.
Decía Marie Curie que nada en la vida debía ser temido, solamente comprendido. En esta línea, seguir las indicaciones que nos ha ido marcando la comunidad de expertos sanitarios, en cada etapa, con los protocolos elaborados como el lavado de manos, la flexión del brazo para estornudar, uso de mascarillas, evitar el contacto con otras personas, etc, han resultado útiles puesto que nos han aportado información clara acerca de lo que podemos hacer para prevenir el contagio de la enfermedad o tomar medidas si observamos sintomatología alguna.
Queda claro que la pandemia de la COVID-19 nos encara con un amplio reto psicosocial: replantearse la forma de vivir, cuidar y cuidarse. Salud mental para todos.
Para sobrevivir hay que empezar por planificar la esperanza.
Pichon-Rivière
Autora: Belén Aglio, Psicóloga.
Bibliografía
– Ramírez, F. B., Misol, R. C., Alonso, M. D. C. F., & Tizón, J. L. (2021). Pandemia de la COVID-19 y salud mental: reflexiones iniciales desde la atención primaria de salud española. Atención Primaria, 53(1), 89-101.