La manera que tenemos de educar a nuestros niños y niñas se relaciona de forma directa tanto con la sociedad en la que vivimos como en la sociedad que proyectamos. Desde hace unos años, la pedagogía del castigo y la violencia se está quedando obsoleta para dar paso a la pedagogía del cariño y del respeto. En el artículo de hoy, vamos a hablar de Disciplina Positiva y de este cambio de paradigma.
¡Verás como no me hagas caso!
Durante mucho tiempo, la pedagogía del castigo ha primado en la mayoría de culturas. Comunicarse con las infancias desde el grito y el castigo eran prácticas habituales para educar, enseñar límites y responsabilidades.
Podrían ser prácticas efectivas, pero también eran perjudiciales. Antes de profundizar en las consecuencias, vamos a ver en qué consistía educar en la pedagogía del castigo:
- Autoritarismo: La persona adulta, que educa, asume un rol autoritario e inflexible ante las decisiones que atañen a los niños y niñas. Los y las menores no tienen ningún tipo de poder decisivo en su proceso educativo y se espera que obedezcan sin rechistar ni cuestionarse nada.
- Falta de empatía: La pedagogía del castigo se centra, especialmente, en el control del comportamiento más que en comprender la motivación de este, por lo que las necesidades emocionales de los niños y niñas no se tienen en cuenta.
- Comunicación unidireccional: Se establece una comunicación autoritaria, sin fomentar el diálogo abierto, con la finalidad de transmitir órdenes e instrucciones.
- Castigo y terror: Aplicar castigos o sanciones ante comportamientos considerados inadecuados es clave en este tipo de pedagogía; es variada la tipología del castigo, que puede ir desde lo físico, a la imposición de consecuencias negativas o a la privacidad de privilegios e, incluso, de derechos.
- Obediencia absoluta: Se espera que niños y niñas tengan una actitud sumisa ante las personas adultas de referencia y se les educa sin potenciar el desarrollo de habilidades de resolución de problemas, ni fomentando el espíritu y razonamiento crítico.
¿Cuáles son las consecuencias de la pedagogía del castigo?
Actualmente, podemos observar que muchos de esos niños y niñas que han sido educados mediante la violencia han podido desarrollar algunas de estas consecuencias:
- Resentimiento y miedo hacia las personas que les educan, pues aprenden a temer las consecuencias en lugar de comprender aquello que les quieren enseñar; es decir, harán aquello que se les diga para evitar las represalias y no porque vean que aquello es importante o les beneficia. Además, también pueden tener una falta de comprensión de las razones detrás del comportamiento, ya que al haber un castigo y no una explicación de lo que ha sucedido, el niño o la niña puede confundirse y actuar bajo el miedo o el terror, evitando así el castigo, pero no entendiendo qué hay detrás de cada norma y límite.
- Autoestima baja y dañada, puesto que los niños y niñas que son educados de esta manera, constantemente se sienten desvalorizados y maltratados. Creerán que, en lugar de cometer errores como todo el mundo (y poder aprender de ellos), son malos y malas y esto les afectará tanto en su autoestima como en la imagen que tienen de ellos y ellas mismas.
- Reproducción del patrón de comportamiento. Los niños y niñas aprenden, normalmente, a través del ejemplo. Si ven que sus personas de referencia actúan de una manera tan autoritaria y aplicando la pedagogía del castigo, es muy probable que de mayores reproduzcan estas prácticas con las personas de su entorno, ya sean compañeros y compañeras de trabajo, parejas y su propia descendencia; mostrándose como personas autoritarias y coercitivas.
- Rebelión. Someter a niños y niñas puede provocar que, al crecer, empiecen a resistirse en contra de las figuras de autoridad y de algunas leyes; teniendo comportamientos desafiantes y buscando formas de rebelión ante sus obligaciones.
Así pues, educar en el castigo provoca la instauración del miedo y la ansiedad en la conducta de nuestros niños y niñas, en lugar de corregir y acompañar en la conducta adecuada.
¡Hagámoslo de otra manera! Descubriendo la Disciplina Positiva
Ahora que hemos visto la manera punitiva de educar, veamos su alternativa: la Disciplina Positiva.
Cómo ya comentamos en uno de nuestros anteriores artículos, la Disciplina Positiva es una corriente educativa que se centra en crear un ambiente de respeto mutuo, comunicación efectiva y aprendizaje significativo, basándose en la idea de educar a los niños y niñas fomentando sus habilidades sociales y emocionales, promoviendo la toma de decisiones de manera responsable y la autorregulación. Veamos algunas de las características de esta metodología:
- Empatía: uno de los grandes pilares de la Disciplina Positiva es la empatía, el tratar de comprender las emociones y perspectivas de los y las niñas. No se les ignora, sino que se les reconoce y se les valida lo que sienten, fortaleciendo, de esta manera, el vínculo y la conexión emocional.
- Respeto mutuo: niños y niñas merecen respeto y un trato digno; y las personas adultas adquieren herramientas para poder seguir esta premisa en cualquier momento. A diferencia de la pedagogía del castigo, se evita el uso de la violencia (castigos físicos o emocionales, etc.) y se emplea una comunicación efectiva y abierta, fomentando el diálogo y dando lugar a que todas las partes puedan comunicarse de manera libre y tranquila.
- Aprendizaje a corto y largo plazo: En la Disciplina Positiva, se trata de hacer comprender a los niños y niñas las motivaciones y consecuencias de sus actos, de una manera apropiada y respetuosa, evitando soluciones violentas. Esto no solamente será parte de su aprendizaje a corto plazo, sino que les servirá para las habilidades sociales y emocionales que implementarán en su futuro.
Establecer límites con coherencia y cariño
A pesar de que la palabra “límite” genera mucha controversia, las personas necesitamos límites para nuestro desarrollo. Los límites nos proporcionan, entre otras cosas, seguridad, rutina, estructura, autocontrol y responsabilidad. Pero, ¿cómo los podemos establecer de una manera no autoritaria?
- Con constancia. Como personas educadoras, debemos ser constantes en la aplicación de las normas, no solo cuando nos apetezca o nos convenga, ya que la infancia necesita coherencia para sentirse seguro. Con esto, no queremos decir que se sea rígido e inflexible, sino encontrar el equilibrio.
- Explicando. Hablar con nuestros niños y niñas y explicarles, para que lo entiendan, qué hay detrás de un límite. Hacerlo con paciencia, situándonos en su nivel de comprensión, y haciéndolo las veces que hagan falta; de esta manera, sabrán que los límites no son arbitrarios, sino que hay un motivo detrás de ellos.
- Ofreciendo alternativas. No limitarnos a la negación, sino buscar alternativas y, si la situación lo permite, hacerles partícipes de esta búsqueda, ya que promoverán su autonomía y responsabilidad.
Vale, pero, papás, mamás y otras personas referentes: ¿cómo llegamos ahí sin perder los nervios?
Desaprender conductas establecidas y, casi, heredadas no es una tarea sencilla, pero no por ello debe ser imposible. Los niños y niñas tienen el derecho y merecen ser tratados con amor, respeto y dignidad. A continuación os ofrecemos algunos consejos para hacer esta transición:
- Reflexionar y autoevaluarnos. Veamos qué principios educativos tenemos establecidos; reflexionemos los motivos por los que recurrimos al castigo y cómo nos sentimos y hacemos sentir a nuestros peques cuando los castigamos.
- Comunicación afectiva. Hablemos más y de manera más abierta y empática con nuestros niños y niñas, preguntándonos: ¿Qué les motiva a hacer eso?, ¿Estamos presentes en su día a día o nos echan de menos?, ¿Qué piensan y qué sienten?
- Límites claros. Mantén límites claros y comunícalos de manera respetuosa. Explica el porqué de estas normas y las consecuencias que pueden tener sus acciones si no las siguen (por ejemplo, si pasamos el semáforo en rojo, nos pueden atropellar). Incluso, en algunas normas familiares, pueden ser partícipes de ellas y las podemos establecer de manera conjunta.
- Paciencia. Ten paciencia con tus peques, pero también contigo. Estás aprendiendo. La crianza es un aprendizaje continuo que nos ofrece desafíos a diario. Trátate con cariño, permítete errar y aprender cada día. El proceso de cambio no es inmediato, y requerirá tiempo y esfuerzo por parte de todas las partes.
- Busca apoyo. Criar, muchas veces, se hace en solitario. No tengas miedo y busca apoyo y referentes en otras familias, en amistades, en la escuela o en grupos de crianza. Haz algún curso, fórmate sobre el tema. Compartir es sanador y enriquecedor.
Y para acabar, te invitamos a reflexionar con una frase de Jane Nelsen, una de las grandes referentes mundiales sobre Disciplina Positiva: “¿De dónde sacamos la loca idea que, para que un niño se porte bien, primero tenemos que hacerlo sentir mal?”.
Autora: Laia Ruiz. Educadora Social.
Fuentes
Disciplina Positiva: educar con amabilidad y firmeza. Marisa Moya, maestra y psicóloga. Aprendemos juntos. Youtube.
AeioTU. (2015). Disciplina Positiva en la experiencia educativa aeioTU. Fundación Carulla.
Nelsen, J. et al. (2016). Disciplina Positiva para padres y madres de hoy. Medici.
Nelsen, J. et al. (2016). Herramientas de disciplina positiva para la educación de sus hijos. Medici.