LA ACTIVIDAD FÍSICA MEJORA EL APRENDIZAJE

El desarrollo del sistema nervioso central humano es modulado por la actividad física. En los primeros años, las clases de educación física pueden no solo enriquecer la vida de los niños y niñas, sino también contribuir al desarrollo físico, social y cognitivo. Durante esta etapa se observan “ventanas de neuroplasticidad críticas” en las cuales las experiencias impactan profundamente en el cerebro, con lo cual se modula el aprendizaje y la adquisición de hábitos. En el artículo de hoy destacamos el impacto que tiene la actividad física sobre el desarrollo cerebral y el aprendizaje durante la infancia.

PRÁCTICA PARA APRENDER

Como ya explicábamos en el artículo de las inteligencias múltiples de Gardner, el autor otorga, entre las ocho inteligencias, a la inteligencia kinésico-corporal dos características fundamentales: el control de los movimientos del propio cuerpo y la capacidad de manejar objetos muy hábilmente. En el ser humano estas cualidades tienen una base genética y otra de entrenamiento o de práctica. En efecto, está ampliamente demostrado que todo talento deportivo, para llegar a tal, ha tenido que superar más de diez mil horas de entrenamiento. Como anécdota, es sabido que en una entrevista al golfista Severiano Ballesteros, en su mejor momento, un periodista le dijo «qué suerte tienes en los golpes», a lo que él le respondió «es cierto, pero cuanto más entreno más suerte tengo». El deportista quiso decir que, como en otros aspectos del desarrollo humano, en el motriz hay una interrelación entre lo hereditario y lo aprendido o adquirido. El desarrollo psicomotor tratado científicamente y llevado a la práctica en las sesiones de aprendizaje intenta que los alumnos sean capaces de controlar sus conductas y habilidades motrices.

Al reforzar las habilidades motoras en dicha etapa con la actividad física, se tienen mayores oportunidades para explorar y, por ende, de aprendizaje, esto permite activar un sinfín de interacciones que, a su vez, potencian el desarrollo psicológico.

CEREBRO EJERCITADO, CEREBRO QUE APRENDE

La práctica regular de la actividad física (principalmente el ejercicio aeróbico) promueve la neuroplasticidad y la neurogénesis en el hipocampo, facilitando la memoria de largo plazo y un aprendizaje más eficiente. Además, no sólo aporta oxígeno al cerebro optimizando su funcionamiento, sino que genera una respuesta de los neurotransmisores noradrenalina y dopamina que intervienen en los procesos atencionales. El ejercicio físico mejora el estado de ánimo (la dopamina interviene en los procesos de gratificación) y reduce el temido estrés crónico que repercute tan negativamente en el proceso de aprendizaje. Algunas evidencias científicas las encontramos en los estudios de Aberg en el 2009. Dicho equipo realizó un estudio longitudinal en el que participaron más de un millón de suecos. Se demostró que las aptitudes físicas entre los 15 y los 18 años predecían la capacidad intelectual a los 18 años de edad, medida con una serie de pruebas de lógica, verbales y visuoespaciales. Además, se comprobó que la resistencia aeróbica durante la adolescencia guarda una relación directa con el nivel socioeconómico y los logros académicos en la edad adulta.

Las investigaciones demuestran que la práctica de actividad física optimiza la circulación y oxigenación del cerebro, permite la mayor actividad de ciertas áreas cerebrales, mejora la función de memoria de trabajo y el control cognitivo, aumenta la densidad ósea y muscular y mejora la tolerancia al estrés en los escolares. Además, se ha demostrado que los opioides endógenos regulan el aprendizaje ante amenazas sociales. La práctica de actividad física durante la infancia y también en la adolescencia, contribuye a la mantención de un estado saludable mediante un impacto positivo en las funciones emocionales y cognitivas del ser humano, motivo por el cual la actividad física en forma de deportes, practicados en manera regular y sistemática desde la edad preescolar, debe ser promovida por toda la comunidad educativa. 

IMPLICACIONES EDUCATIVAS

Existe una necesidad real de movimiento en la infancia para que desde los primeros años se empiecen a consolidar hábitos de actividad física. Actualmente, se reconoce que la educación física debe ocupar el lugar que le corresponde en la configuración de una educación de calidad.

Estudios como los de Blakemore en el 2011, demuestran que se han de potenciar las clases de educación física, dedicarles el tiempo suficiente y no colocarlas al final de la jornada académica como solía hacer. Fomentar las zonas de recreo al aire libre que permitan la actividad física voluntaria y aprovechar los descansos regulares para que los alumnos puedan moverse. Un simple ejercicio antes del comienzo de la clase mejora en los niños su predisposición física y psicológica hacia el aprendizaje, con mayor motivación y atención.

El objetivo de estas clases, a través de la actividad física, es buscar el desarrollo armónico del cuerpo como medio o como instrumento para alcanzar la madurez humana, la armonía, un buen autoconcepto y autoestima. Es, también, un ámbito adecuado para el cultivo y desarrollo de actitudes positivas y de valores individuales y sociales de gran relevancia; por lo tanto, tiene su propia importancia y aporta su contribución a la educación integral de las personas, dado que proporciona experiencias que originan tanto actitudes positivas, de empatía y socialización, como negativas o de fracaso y cuanto más tempranas mejor.

Así, en ninguna otra etapa de la vida es tan importante la actividad física como en los años preescolares. Dentro del ámbito del desarrollo motor, se propone facilitar y afianzar los logros que posibilitan la maduración referente al control del cuerpo, desde el mantenimiento de la postura y los movimientos amplios y locomotrices hasta los movimientos precisos que permiten diversas modificaciones de acción, y al mismo tiempo favorecer el proceso de representación del cuerpo y de las coordenadas espacio-temporales en los que se desarrolla la acción. ¡A moverse!

BIBLIOGRAFÍA

  • Cortés, M. E. C., Aravena, B. C. V., & Silva, A. A. A. (2020). Impacto de la actividad física en el desarrollo cerebral y el aprendizaje durante la infancia y la adolescencia. Revista Infancia, Educación y Aprendizaje, 7(1), 39-52.
  • García Núñez, J. A. y Berruezo, P. P. (1999): Psicomotricidad y educación infantil. Madrid: CEPE.
  • Gil Madrona, P., Contreras Jordán, O. R., & Gómez Barreto, I. (2008). Habilidades motrices en la infancia y su desarrollo desde una educación física animada. Revista iberoamericana de educación.