Hace un tiempo, hablamos de lo que era el apego, “aquel pegamento que nos une” y descubrimos algunas de sus características. En la publicación de hoy vamos a abordar los cuatro tipos de apego que existen (seguro, ambivalente, evitativo y desorganizado) y así conocerlos un poco más.
Apego seguro y apegos inseguros
Sobre el apego se ha escrito mucho, pero hay algunas conclusiones entre todas las personas que han hecho sus aportaciones: existe un único apego seguro, y tres apegos inseguros. Para John Bowlby, el mayor investigador del apego hasta el momento, el apego es una conexión psicológica duradera, dada en las personas de manera natural; y que el estilo de apego que adquirirá el niño o la niña se establecerá según la relación que tenga con la persona cuidadora.
Por lo tanto, el desarrollo de un apego u otro, irá en sintonía según la respuesta a las necesidades básicas que hayan dado las personas adultas, consideradas referentes, a los niños y niñas. Además, la adquisición de un tipo u otro de apego estará muy condicionado a la adaptación que tendrán nuestros niños y niñas en su edad adulta, es decir, tendrá más o menos capacidad de adaptación a las diferentes dificultades y situaciones que le presentará la vida según la seguridad y el apoyo que haya tenido de peque para resolver las situaciones, sean de la magnitud que sean.
Según la Teoría del Apego de John Bowlby (1979), existen cuatro fases para que se construya el apego, puesto que a pesar de ser algo natural, no es innato.
- Fase del preapego. Tiene lugar en las primeras seis semanas de vida. El bebé que acaba de nacer se está adaptando al mundo y a su alrededor, empezando a percibir a las personas que le rodean. A pesar de no mostrar una preferencia por nadie, empiezan a comunicarse a través del llanto, la sonrisa y algunas señales, por lo que aceptará a cualquier persona que pueda ofrecerle comodidad.
- Fase de formación. Tiene lugar desde las seis primeras semanas a los seis u ocho meses de vida. Durante esta etapa, el peque ya va mostrando preferencias por algunas personas cuidadoras en concreto, y empieza a angustiarse cuando las personas que le cuidan se alejan y no las tiene a la vista; comenzando a buscar el contacto físico con ellas.
- Fase de consolidación del apego. Tiene lugar entre los 6-8 meses hasta los 18 meses. Los y las bebés ya son más mayores e integran quienes son sus figuras de apego y cuidado, además empiezan a saber qué pueden esperar de ellas, generando una preferencia más fuerte y estable hacia ellas y de más rechazo hacia otras.
- Fase de desarrollo de la reciprocidad. Tiene lugar a partir de los 18 y los 24 meses. Los niños y niñas muestran un papel más activo en la relación con la persona que les cuida; buscan de manera eficaz el contacto físico con las personas de confianza e intentan mantener su atención. Además, el o la peque puede llegar a sentir seguridad con su persona de apego a pesar de no tener contacto físico o visual.
Apego seguro
El apego seguro en un niño o una niña se produce cuando las personas encargadas de su cuidado, normalmente su mamá o su papá, consiguen responder de manera adecuada, cercana y empática, a todas sus emociones, ya sean agradables o desagradables. Así, el o la peque se sentirá aceptado y seguro para poder experimentar y explorar con una actitud positiva y sana, teniendo por seguro que la persona referente estará presente, tengamos o no contacto visual.
Los y las peques que tienen un apego seguro, desarrollan la capacidad de adaptación a las situaciones desagradables, puesto que en sus primeros años de vida han establecido una base segura con la persona referente.
Además, los y las niñas con apego seguro buscan el contacto físico con sus personas cuidadoras, ya que esto les ayuda a sentirse protegidos y seguros; pero a su vez, son peques independientes, capaces de explorar su alrededor sin sentir ansiedad o miedo, puesto que saben que sus personas cuidadoras están ahí para apoyarles.
De esta manera, también establecen vínculos emocionales saludables, tanto con sus personas cuidadoras como con el resto de personas que serán importantes en su vida, y esto les ayudará a desarrollar habilidades sociales y emocionales importantes en su contacto con el mundo más allá de su zona de confort.
Por otro lado, los y las peques que tienen un apego seguro tienen más facilidad a la hora de regular sus propias emociones, ya que sus personas cuidadoras se han encargado de acompañar estas emociones y de ayudarles a identificarlas y expresarlas de manera correcta.
Por último, tendrán una imagen positiva tanto de sí mismos y de las demás personas, y esto les facilitará fomentar una autoestima saludable que le acompañará el resto de su trayectoria vital.
Apego ambivalente
Ante un apego ansioso ambivalente, nos encontramos con papás, mamás o figuras referentes que muestran inestabilidad a la hora de satisfacer las necesidades emocionales de sus peques. Es decir, pueden reaccionar de una manera totalmente exagerada o pueden no dar importancia a la conducta o necesidad de su peque. Esto descolocará a los y las peques, puesto que no podrán predecir con un mínimo de seguridad si la persona adulta referente puede o no atender a sus emociones.
Es frecuente que los niños y niñas que han desarrollado este patrón de apego inseguro muestren una gran dependencia emocional hacia sus personas cuidadoras. Además, ante la separación pueden sentir mucha angustia y necesitan reunirse rápidamente con sus personas referentes, incluso pueden representar conductas de protesta (gritos, lloros, etc.) para intentar evitar la separación. Por lo que vemos, son peques que suelen tener muchas dificultades a la hora de regular sus emociones y pueden sentir una gran sobrecarga por sus sentimientos.
Apego evitativo
Cuando nos referimos al apego evitativo es aquel en que las personas cuidadoras no son capaces de satisfacer las necesidades emocionales de sus peques, ya que evitan o niegan estas emociones. Ante esta situación, el o la peque acabará aprendiendo que no puede contar a nivel emocional con su papá, su mamá o su persona de cuidado; sabrá que puede permanecer cerca de ellos y ellas, pero sin mostrar sus necesidades.
Hay que tener en cuenta, que los y las peques con un apego evitativo no quiere decir que no tengan emociones, sino que han aprendido a inhibirlas, por lo que esto les afectará de manera muy directa a la hora de relacionarse con su entorno; buscando figuras para relacionarse más adultas, ya que suelen ser más previsibles y evitan hablar de sus emociones. Muchos y muchas peques evitarán el contacto físico y emocional con la persona referente, les acaba molestando recibir contacto físico (abrazos, caricias) o consuelo cuando lo necesitan (aun así, pueden buscar distracciones para no focalizar en sus emociones). Al no contar con la figura de referencia, fomentan su propia autonomía e independencia y prefieren explorar el mundo sin ayuda; además, no suelen mostrar ansia por la separación, puesto que se han acostumbrado a estar solos y solas.
Apego desorganizado
El apego desorganizado es un patrón de apego inseguro que se desarrolla cuando los y las peques experimentan situaciones de terror o confusión en la relación con sus personas cuidadoras referentes. Normalmente son padres, madres o personas cuidadoras negligentes y con algún tipo de trastorno psicopatológico, y esto puede tener origen en su primera infancia, cuando con ellos y ellas reprodujeron patrones violentos parecidos.
El apego desorganizado es, sin lugar a dudas, el que puede llegar a tener más afectaciones dañinas en el aprendizaje, personalidad y capacidad de relación en los y las niñas de los tres apegos inseguros que hemos nombrado (ambivalente, evitativo y desorganizado).
Debemos tener en cuenta, que ante el miedo que tiene el o la peque hacia su figura referente, la sigue necesitando para poder sobrevivir. Normalmente, son peques que reproducen conductas derivadas del miedo y la confusión cuando interactúan; tienen muchas dificultades a la hora de regular sus emociones, mostrando señales de miedo, ira o ansiedad sin motivo aparente; reproducen respuestas emocionales muy intensas (cambios de conducta repentinos, confusión emocional, comportamientos desorientados o de autoconsuelo inusuales, etc.) y muestran muchas dificultades a la hora de mantener la atención y la concentración.
Después de haber visto los cuatro tipos de apego que existen, ¿podrías identificar qué tipo de apego tuviste con tu persona cuidadora y qué tipo de apego has (o estás) desarrollando como figura referente de tu peque? Es un gran ejercicio de reflexión y para poder identificar aquello a lo que nos han acostumbrado, pero que, quizás, queremos romper en nuestra crianza.
Autora: Laia Ruiz. Educadora Social.
Fuentes
Ainsworth, M. (1978). Patterns of Attachment.
Bowlby, J. (1985). El apego y la pérdida. Paidós.
Guerrero, R. (2018). Educación emocional y apego. Libros Cúpula.
Heredia, B. (2006). Relación madre-hijo: el apego y su impacto en el desarrollo emocional infantil. Editorial Trillas.