¿Quién cuida a quienes enseñan?: El Síndrome de Burnout en el profesorado

Seguro que todos y todas recordamos a docentes que han marcado nuestra etapa de enseñanza, tanto para bien como para mal. Pero… ¿Alguna vez hemos reflexionado sobre lo que había detrás de ellos y ellas? Se ha hablado mucho sobre la vocación del profesorado, pero hoy sabemos que no solo la vocación garantiza el éxito de su tarea. En el artículo de hoy vamos a hablar sobre el síndrome del burnout en el profesorado.

El Síndrome del Burnout

¿Qué es?

Popularmente recibe este nombre, pero también podemos referirnos como síndrome de desgaste profesional, síndrome de sobrecarga emocional, síndrome de fatiga en el trabajo o síndrome del quemado, traduciendo literalmente del inglés.

Cuando hablamos de estos términos, nos referimos al desgaste originado por el estrés laboral crónico que sufren muchos profesionales, especialmente del ámbito social o de aquellos sectores que trabajan con otras personas, y que siguen con sus rutinas sin una intervención adecuada cuando aparecen los primeros síntomas de estrés.

Es necesario puntualizar que el estrés es un sentimiento necesario para que nuestro cuerpo realice determinadas funciones; el problema surge cuando el estrés se vuelve crónico, cotidiano y se prolonga en el tiempo. Por eso, no debemos confundir el estrés con el Síndrome del Burnout, que sería un estrés sin gestionar y llevado al límite.

Para Leiter y Maslach (1998), el Síndrome de Burnout se considera una experiencia de estrés individual, que está muy vinculada a un contexto social y relacional y que implica tanto a la persona de manera individual como a las demás.

Este síndrome no está incluido en el DSM-V, pero sí en el CIE-11 (que entró en vigor el 1 de enero del 2022). En el CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades) no está clasificado como una condición médica, sino como un fenómeno ocupacional. Y aquí se le dan tres dimensiones muy importantes que caracterizan a este fenómeno:

  1. Sentimiento de agotamiento.
  2. Mayor distancia mental del trabajo de uno.
  3. Reducción de la eficacia profesional.

Además, se señala que concierne de manera exclusiva al contexto ocupacional y no para otras experiencias vitales.

Un poquito de historia…

Graham Greene publica, en el año 1961, una novela llamada “A burnout case”. En esta narra la historia de un arquitecto que decide dejar su profesión, ya que se encontraba demasiado atormentado mentalmente. Años más tarde, en 1974, el psiquiatra Freudenberger describe este fenómeno y lo establece como una patología psiquiátrica que experimentaban profesionales de algunas instituciones que intervenían con personas y que su tarea laboral demandaba excesiva energía.

En 1982, la psicóloga Cristina Maslach crea, junto al psicólogo Michael P. Leiter, el Maslach Burnout Inventory (MBI), uno de los instrumentos más importantes para diagnosticar este síndrome. Maslach especificó que el Síndrome de Burnout era frecuente en profesionales que interactuaban con personas; cosa que más tarde se amplió a todo tipo de profesiones.

En el año 2000, la Organización Mundial de la Salud, lo describe como un factor de riesgo laboral que afecta la calidad de vida y la salud mental.

El Síndrome de Burnout entre el profesorado

Las fases

Hay numerosos estudios que señalan que el Síndrome de Burnout cada vez está más presente en el profesorado y es un problema a nivel global. En los últimos años, han aumentado los y las profesionales que han perdido el interés en continuar con la docencia por el estrés y la ansiedad que les provoca su tarea laboral.

De estos estudios podemos extraer algunas fases para comprender mejor el ciclo de aparición del Síndrome del Burnout entre profesionales de la educación:

  • Fase inicial. Caracterizada por el entusiasmo por empezar a trabajar como docentes. En esta fase es habitual tener una actitud positiva hacia todo lo que rodea el mundo académico, alargar las jornadas laborales y proyectar altas expectativas de tu labor como docente.
  • Fase de estancamiento. Surge cuando pasado un determinado tiempo, se empieza a ver que las expectativas generadas en la fase inicial empiezan a no cumplirse; y se siente que la relación esfuerzo-recompensa no es equilibrada y no compensa.
  • Fase de desilusión. En esta tercera fase, se siente que la tarea docente que se realiza carece de sentido; además, es frecuente que cualquier conflicto, por pequeño que sea, provoca una gran irritación que conlleva a la creación de conflictos laborales.
  • Fase de apatía. Se caracteriza porque la salud empieza a deteriorarse y los problemas emocionales, fisiológicos y conductuales son tan evidentes que afectan, de manera muy directa, al alumnado: es frecuente que se les trate de manera distanciada y mecánica, sin ilusión por enseñar, que se dejen pasar actitudes disruptivas por no afrontarlas, etc. En esta fase es cuando el profesorado suele retirarse y, si se prolonga demasiado sin una solución, puede provocar una vida profesional de frustración e insatisfacción generalizada.

¿Por qué puede surgir el Síndrome de Burnout entre el profesorado?

Como hemos avanzado anteriormente, la vocación en la enseñanza es muy importante, pero no es el único factor que nos garantiza un correcto desarrollo en la ardua tarea de educar y enseñar. Estas pueden ser algunas de las razones por las que puede surgir el Síndrome de Burnout entre los y las profesionales de la educación:

  1. Sobrecarga de trabajo. Actualmente, el rol y las tareas que ejerce el profesorado ha traspasado todo aquello que se esperaba en el pasado: ser mediador en el proceso de conocimiento del alumnado. Hoy se espera mucho más en el desempeño de estos profesionales, por lo que muchas veces emplean tiempo y energía de sus horas libres para hacer tareas relacionadas con su profesión (formaciones, charlas, correcciones, búsqueda de recursos, burocracia, etc.) en lugar de descansar y desconectar.
  2. Altas expectativas y autoexigencia. El profesorado, especialmente cuando empieza a impartir docencia, tienen expectativas muy altas de aquello que creen que pueden conseguir. A la hora de vivir la experiencia, hay muchos factores que no pueden controlar y que interfieren con esas expectativas y esas exigencias, provocando que muchas veces se sientan responsables y culpables de aquello que no está en sus manos.
  3. Cambios constantes en las leyes educativas. España es un país en el cual las leyes educativas cambian a menudo, esto puede generar desconfianza al profesorado y una sensación de falta de control, puesto que deben adaptarse a la implementación de las nuevas normativas o programas educativos cada cierto tiempo.
  4. Violencia dentro de las aulas. El profesorado debe motivar de manera positiva al alumnado, hacerle partícipe de su propio proceso de aprendizaje, pero eso se complica cada vez más con la violencia que ejercen muchos alumnos y alumnas dentro de las aulas. Las conductas disruptivas en el aula impiden una convivencia sana y pacífica que dé lugar al aprendizaje de manera positiva.
  5. Violencia fuera de las aulas. Por parte de las familias, otros docentes, el sistema educativo, etc. Hay que tener presente que las situaciones negativas perjudican a toda la comunidad educativa.
  6. Falta de reconocimiento. El refuerzo positivo es esencial para sentir que la tarea que ejerce el profesorado es valorada. En todo caso, si hay algún aspecto que debería mejorar, se debe comunicar de manera asertiva, siempre con la intención de mejorar y no de dañar a la persona.
  7. Falta de autonomía y control. El equipo docente puede verse afectado por el Síndrome del Burnout cuando tienen la percepción de que no pueden ejercer su labor de manera autónoma, sino que dependen de muchos factores -especialmente administrativos y burocráticos- que les impide desarrollar su tarea.
  8. Falta de recursos y apoyo. En muchas ocasiones, el desgaste viene motivado por la falta de recursos y de apoyo por parte de la comunidad educativa y del sistema en general a la hora de realizar su trabajo. Por ejemplo, falta de recursos financieros para comprar o renovar material; falta de implicación por parte de otros agentes; falta de apoyo administrativo ante situaciones conflictivas, etc.
  9. Ratio en las aulas. No es lo mismo educar en grupos reducidos, en los que se puede controlar la actitud y la calidad, que educar en grupos amplios con alumnado muy diverso en cuanto a motivación. En España, por lo general, las ratios en las aulas son muy altas y esto dificulta la calidad educativa y la labor del profesorado.

¿Qué podemos hacer para evitar o disminuir la aparición del Síndrome del Burnout en el profesorado?

Ahora que conocemos qué es y algunos de los motivos de su aparición, vamos a ver qué podemos hacer para intentar evitar o poder apaciguar los síntomas del Síndrome del Burnout. Es importante recordar que todo el mundo puede aportar su granito de arena en esto.

  1. Escuelas comprometidas. Las escuelas tienen un papel fundamental a la hora de evitar el Síndrome de Burnout entre el profesorado. Se pueden realizar estudios de bienestar emocional, ofrecer ayuda psicológica al profesorado, mejorar la gestión de la carga de trabajo de los y las profesoras; promover hábitos saludables dentro del colegio, etc.
  2. Sociedad implicada. Los y las ciudadanas y la clase política debe cuidar al profesorado, facilitarles su tarea, mejorando sus condiciones laborales, exigir que se inviertan más recursos en la comunidad educativa. Rompamos con la falsa sensación que tienen muchas personas que piensan que enseñar es una tarea sencilla, que tienen demasiadas vacaciones y otras falacias que desvalorizan su labor; y recordemos que los y las docentes son las personas que están educando a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes y que estos y estas son el futuro de la sociedad.
  3. Profesorado capaz. El profesorado debe tener la capacidad de establecer límites, especialmente entre el trabajo y la vida personal. Aprender a desconectar del trabajo y a disfrutar y descansar en sus horas libres (pasando tiempo con su familia, amistades, realizando algún hobby o estableciendo rutinas de autocuidado) es esencial para no sobrepasarse y acabar con afectaciones del Síndrome de Burnout. Por otra parte, ante los primeros síntomas de quemazón laboral, es necesario buscar ayuda para que estos no vayan a más y se pueda dar una solución óptima al problema.

En conclusión, el Síndrome de Burnout en el profesorado es un problema cada vez más frecuente que afecta la calidad de vida y la salud mental de los y las docentes. Es importante que se tomen medidas para prevenir y tratarlo en el ámbito educativo, ya que esto no solo beneficiaría al bienestar de todo el profesorado, sino que también tendría un impacto directo en la calidad de la educación que reciben los y las estudiantes. Además, es necesario concienciar a la sociedad en general sobre la importancia de cuidar y valorar a quienes se dedican a la educación, para evitar que el Síndrome de Burnout siga siendo una amenaza para el desarrollo profesional y personal de tales profesionales.

Autora: Laia Ruiz. Educadora Social.

Fuentes

Calvete, E. y Villa, A. (1999). Estrés y Burnout docente: influencia de variables cognitivas. Revista de Educación, núm. 319, pp. 291-303.

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